viernes, 16 de marzo de 2012

"El asesinato de los hijos está en el origen de nuestras culturas"

Arnaldo Rascovsky, investigador del filicidio

Desde hace más de una quincena de años preocupa a la opinión pública el hecho de que numerosos niños son asesinados por sus padres en numerosos países del mundo. El hecho no es nuevo; todas las culturas primitivas conocen manifestaciones de formas rituales de sacrificio de los hijos en holocausto a los dioses de la cultura vigente. Tras este hecho existe una actitud psíquica profunda que se da en todas las formas de autoridad, aunque de un modo no tan radical ni violento como para llegar al filicidio. Se trata de una actitud que lleva al mundo adulto a mirar con desconfianza a la generación que empieza y, en definitiva, a oponerse al desarrollo de su instintiva. Alfonso García Pérez entrevistó para EL PAÍS a Arnaldo Rascovsky, psiconalista argentino e investigador mundial de este fenómeno psíquico profundo, el filicidio, base de numerosas culturas, y del cual, según él, no existen más salidas que la potenciación de los instintos, del erotismo y el amor.
«Uno de los hechos que más han conmovido a la opinión mundial, a partir de 1962 -asegura Arnaldo Rascovsky-, fue el descubrimiento del battered child syndrome (síndrome de niño apaleado), consistente en el cuadro que presentaban muchos niños en servicios de urgencia hospitalarios, cuadro caracterizado por la múltiple violencia ejercida sobre ellos: hundimiento craneal, quemaduras y fracturas.»Pero el filicidio no siempre es un asesinato. Se trata de una actitud psíquica por la cual el niño, el hijo, es un ser al que atacar o reprimir. ¿Por qué esta actitud? «El proceso cultural, para su fundamentación y mantenimiento, ha exigido permanentemente el holocausto de las nuevas generaciones -nos explica Rascovsky-. Esta es la base del progreso, al hacer posible de ese modo la prohibición del incesto, prohibición fundamentada por la cultura. Esto requiere el predominio de la acción represora de los instintos. »
Las figuras paternas se convierten, pues, en un agente represor, a través de los que esta cultura se perpetúa. Pero la represión no tiene por qué ser siempre tan represiva y filicida. «El buen padre -prosigue Rascovsky- prohibe el incesto, reprime el instinto, con amor, ofreciendo otra alternativa instintiva al hijo: la identificación con él. En este caso, el padre fuerza al hijo a la renuncia por amor y no por miedo, logrando la identificación del niño con esta imagen paterna. Ante el padre bueno, el niño renuncia fácilmente.»
La presencia del padre es muy importante en el proceso. El niño se desarrolla y crece identificándose con sus figuras maternas, internalizándolas en su mente. «El peor padre -prosigue Rascovsky- es el que no está, el muerto, el ausente. El niño necesita un largo período de tiempo para su desarrollo. En Suecia, por ejemplo, se han dado cuenta de éstos hasta tal punto que se concede un año de licencia laboral al padre y a la madre del recién nacido. Incluso existe el proyecto, creo, de reducir el trabajo de los padres a cuatro horas, hasta que el niño cumpla los ocho años.»
Llega a considerar el psicólogo argentino que la compañía de un padre psicópata -ser que no respeta las reglas sociales- es menos mala que la ausencia de padre.
«El niño necesita esta relación personal profunda -prosigue-. Las guarderías son muchas veces depósito de niños abandonados. El filicidio empieza con la carencia de la función maternal y paternal, de la que, a su vez, la causante es esta sociedad y estas estructuras que fuerzan económica, social y psíquicamente a los padres a comportarse de ese modo.»

Matanza juvenil

Precisamente esas fuerzas sociales imperantes ejercen el filicidio a lo largo de todas las etapas de la vida, desde antes del parto, en la primitiva relación con la madre, hasta la educación, o la guerra. «Hay una fuerte tendencia social a castrar la instintiva maternal -continúa Arnaldo Rascovsky- .Esta actitud se extiende al tratamiento del parto quirúrgico y la anestesia, con toda la industria comercial montada en torno a ello, y tiene uno de sus exponentes en la propaganda contra la alimentación al pecho. En Río de Janeiro, por ejemplo, se ha constatado que, a mayor nivel económico, hay mayor proporción de cesáreas, llegando a nacer por este procedimiento un 70 % de los niños. También en torno a la anestesia se monta un negocio de comisiones económicas, según la proporción empleada. Frente a todo ello, se tiende a volver a un parto más natural, sin ese entorno quirúrgico, hospitalario y comercial.»La educación continúa el proceso filicida. Son los ritos de iniciación por los que la generación adulta fuerza a los nuevos individuos a adaptarse a las pautas culturales vigentes, que muchas veces no son sino la barbarie establecida. «Entre los cazadores de cabezas, por ejemplo -se nos explica-, un muchacho no es mayor hasta que no corta una cabeza. Vemos entonces a niños aterrorizados, esperando largos períodos de tiempo, en el bosque, hasta encontrar alguien a quien cortar la cabeza. Los procesos educacionales someten a los muchachos a múltiples necesidades inútiles, necesidades sádicas de las clases dirigentes. Buena parte de las enseñanzas médicas son obsoletas, incluida la educación universitaria. En medicina, por ejemplo, no se enseña casi nada de la relación médico-paciente. Otro ejemplo: ¿Para qué sirve enseñar a hacer buena letra en la era de las máquinas de escribir?».
Pero los ritos de iniciación, los hábitos educativos, tienen otra finalidad: «Se trata -dice- de asegurar la dominación generacional. Hay investigaciones, como la de Gerome Frank, ex profesor de la Universidad John Hopkins, que revela hasta qué punto llega la dominación gerontocrática. Cuando Roosvelt tenía en sus manos la dirección del mundo, estaba muy enfermo. Wilson estuvo loco ocho meses durante su mandato. Forrestalt, ministro de Defensa norteamericano, tuvo en sus manos la posibilidad de accionar la bomba atómica, mientras estaba prácticamente paranoico. Creía que las sombrillas de las playas eran detectores instalados por el enemigo, y acabó tirándose por la ventana. ¿En manos de quién estamos? ¿Qué sentido tiene elegir personas de 92 años para gobernar, como en el caso de Adenauer? Esto no son sino pruebas de la presión de la antigua generación.»

Relación madre-hijo

El filicidio, como actitud psíquica y cultural, tiene difícil salida, porque, al ser la base de esta cultura, su modificación requeriría cambios profundos culturales. «La alternativa contra, el filicidio sería hacer posible otra cultura, bajo el predominio del amor -dice Rascovsky- Habría que respetar más la figura de la mujer. Se reprime lo maternal. En los padres que tienen su primer hijo, el psicoanálisis muestra ciertos hechos: envidia, sentimientos de marginado ante la pareja madre-hijo. La pareja inicial hombre-mujer concentra toda la líbido de ambos. Pero ya durante el embarazo se produce una retracción del amor y una consiguiente pérdida del interés libidinoso. En el tercer mes, cuando se forma la placenta y, el feto adquiere cierta independización de la madre, ésta recupera su erotismo, pero más tarde volverá a centrarse en el niño.» Los sentimientos de desplazamiento, celos y envidia en el hombre son una de las causas, según Rascovsky, por una poten infidelidades. Incluso, en algunos sitios, la mujer presenta una amiga al marido. «La mujer tiene un verdadero idilio con el niño -nos explica- Un niño que mama produce en su madre sensaciones muy similares al coito. A veces, incluso, se producen orgasmos en la mujer mientras mama el niño. La mujer tiene, de hecho, una poligamia absoluta. La primera cópula es el conjunto boca-pezón. La relación maternofilial es extraordinaria. Hasta la mujer más frívola se convierte en una buena madre. Para ella no hay nada más placentero y ameno que estar con el hijo.»

Volver al pecho

El cambio deberá arrancar, según Rascovsky, por una potenciación de esa instintiva maternal: «Hay que recuperar la maternidad y la posterior relación madre-hijo y padre-hijo. Debiera volverse al pecho.»«El alumbramiento es el desprendimiento de la placenta -nos dice-. El parto viene acompañado de una segunda expulsión, la de la placenta. Debiera potenciarse el nacimiento sin violencia. Poner al chico rápidamente en el pecho de la madre. El niño, al succionar, estimula el sistema endocrino de la madre, el sistema hipofisiovárico, que estimularía las contracciones de la matriz, favorecedoras de ese segundo parto que es la expulsión de la placenta. El entrenamiento de la madre en el hecho de ser succionada, mejora todo el proceso. Se consiguen hechos como que el niño sonría a los cinco días.»
Se consigue, de este modo, según el médico argentino, facilitar el proceso erótico de la madre y el niño, ese «primer coito». Porque, «al fin y al cabo -dice- coito significa ir juntos. Y el niño nace de la madre. No, como niegan las culturas masculinistas, que consideraban a Adán creador de descendencia. Frente a la Biblia de Adán, el cristianismo, de hecho, recuperó para los semitas la figura femenina de la virgen madre».
«Debe potenciarse el amor y el erotismo -concluye Rascovsky- si se desea superar el filicidio cultural. Un amor que es una realidad muy compleja interpersonal psíquica, física, trascendente.» Considera que asistimos a una verdadera desintegración del amor y el erotismo, ante la cual, la alternativa es la integración de las partes desconexas de la afectividad erótica. «El amor y el erotismo no son la atracción por una parte de la otra persona: un pecho, una vagina, un pene, un culo... De esa forma, el objeto total está perdido, ya no es un objeto erótico personal. Es difícil tener relaciones con un objeto completo. Son muchas las áreas de acción que entran en juego, muchos los aspectos físicos y psíquicos que intervienen. Pero esa es la vía del verdadero amor... Una relación con la totalidad de la otra persona.»

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