Las denuncias aumentaron el 55% en Cataluña en 2011. Los expertos abogan por cambios de patrones educativos y culturales.
Una escena habitual. La familia frente al televisor. El padre cambia de canal. La hija –de 8 años– se va a la cocina, vuelve con un cuchillo y exige a su padre, amenazándole, que se arrodille y le pida perdón por el zapping. Y el padre se arrodilla y lo hace. La escena es absolutamente real, explicada por el padre, incapaz de mantener bajo control a una hija. Una hija que, en términos médicos, es lo que se denomina “niño tirano”. Y que si no se corrige la situación, tendrá muchos números para desarrollar violencia contra sus mayores en el ámbito doméstico.
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La fiscal apuntaba que los casos podrían ser más. “Puede que haya un problema social que ahora se empiece a denunciar”, asegura. Y cree que hay multitud de casos ocultos, que no se denuncian, en ocasiones, por vergüenza. Los progenitores, en muchas ocasiones, son reacios a denunciar a sus propios hijos. Sería el reconocimiento de un fracaso personal y familiar. Y las consecuencias penales podrían ser importantes, incluso llegando a órdenes de alejamiento.
Para la fiscal Teresa Compte, existe además una “cifra negra” de agresiones silenciadas a ancianos por parte de sus hijos o cuidadores. Pero el creciente número de denuncias y casos investigados de malos tratos a padres y abuelos demuestra que es un fenómeno que hasta ahora permanecía totalmente oculto y actualmente empieza a aflorar.
Estructura familiar
Bajo este aumento de violencia de los hijos hacia los padres se esconde un problema social importante. “Es un reflejo de la violencia en la sociedad y de la propia estructura de la familia”, asegura la juez especializada en violencia doméstica Francisca Verdejo. Coincide con el psiquiatra Paulino Castells, que habla de “descalabro de la familia”.
El problema no es sólo penal. Es más, la magistrada Verdejo asegura que la vía penal debe ser la última. Pero existe un problema en la violencia en el ámbito familiar. No se ve. Y las personas más próximas a la víctima, la familia más directa, los vecinos, no suelen denunciar estos hechos, aunque los conozcan. En violencia doméstica, menos del 2% de las denuncias son de familiares o vecinos. Esta magistrada cree que la solución debe venir por cambios en los modelos de conducta y en los patrones culturales. Para ello, deben implicarse muchos sectores de la sociedad. “¿Qué estamos haciendo, al margen de las denuncias?”, se pregunta. “No se tiene conciencia de la violencia en general”, asegura esta magistrada.
Los límites
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Castells cree que las conductas se pueden reconducir con terapia familiar. Pero los casos son sangrantes cuando llegan a su consulta padres con un ojo morado o madres con las piernas llenas de contusiones por las patadas de su propio hijo.
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