domingo, 25 de noviembre de 2012

“Amar es buscar y ser buscado al mismo tiempo.”

                    Yukio Mishima

sábado, 24 de noviembre de 2012

Crearán el Centro de Rehabilitación para agresores

En Uruguay ciertas innovaciones que sin duda contribuyen a un abordaje que creo firmemente no es completo si no se brinda un espacio para aquellos varones que padecen violencia por parte de las mujeres, sean conyuges, ex -parejas, de las mas diversas formas. Algunos podrán decir que los indices son bajos pero es innegable su existencia y como tal debe ser abordado en el marco de una verdadera política de género bien entendida. A nivel mundial siguen las graves fallas en lo que respecta a la prevención y se sigue actuando sobre las consecuencias. La complejidad de los vinculos, cualquiera sea sus características que lleva a los extremos que engrosan las crónicas diarias con homicidios, suicidios, exigen abordajes articulados, comprometidos, transdisciplinarios.

Fuente : El Observador - Uruguay
 
En el marco del Día Internacional de lucha contra la violencia hacia a la mujer, que se celebra este domingo 25 de noviembre, y teniendo en cuenta la Estrategia por la Vida y la Convivencia lanzada meses atrás por el gabinete de seguridad, el Consejo Nacional Consultivo de Lucha Contra la Violencia Doméstica presentó este viernes las “Medidas hacia un país sin violencia doméstica”.

De las 11 medidas presentadas, la directora del Instituto Nacional de Mujeres (Inmujeres) del Mides, Beatriz Ramírez destacó: la universalización de las Casas de Breve Estadía y de las de Medio Camino y la creación del Centro de Rehabilitación para agresores.

Mientras las primeras están destinadas a la atención de las mujeres en situación de riesgo, el centro apostará a la atención y tratamiento de hombres violentos.

“El Centro de Rehabilitación para agresores no es un medida menor, que coloca la otra parte del problema en la atención y preocupación por parte del Estado. Es verdad (que la violencia doméstica) es un delito, pero necesariamente se tienen que plantear medidas alternativas, como la rehabilitación, ya que en realidad es un problema social de abuso de poder”, explicó Ramírez.

Otra medida innovadora será la implementación de dispositivos de Seguridad y Monitoreo de Personas (pulseras), dirigidas a situaciones de violencia doméstica de alto riesgo. Su lanzamiento se realizará el próximo lunes 26 de noviembre, evento en el que además se presentarán las cifras oficiales de víctimas de violencia doméstica correspondientes a 2011.

Por otro lado, las autoridades anunciaron que en el segundo semestre de 2013 presentarán un proyecto de ley integral en materia de violencia basada en género.

“Estas mediadas son las necesarias. No sabemos si las suficientes, pero entendemos que son las prioritarias. Es un proceso en el que vamos avanzando y dando saltos. En este caso entendemos que estamos dando un salto cualitativo”, manifestó Ramírez, quien resaltó que Inmujeres cerró el año 2011 con un número de atención en sus servicios equivalente a 10.000 casos, de los cuales 1.800 fueron nuevos. “En la medida que han surgido respuestas confiables y seguras, las mujeres se animan mucho más a efectuar las denuncias”, manifestó.

El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker expresó que todas estas medidas tienen como objetivo “continuar y profundizar lo hecho hasta ahora por el gobierno”. El vicepresidente, Danilo Astori hizo hincapié en esta idea y aseveró que estas iniciativas se vinculan con la “actitud del gobierno de construir igualdad para las personas”.

Los Jóvenes y la violencia

 

El paso de la niñez a la edad adulta, en ninguna cultura y en ningún momento histórico, es una tarea fácil. Es, definitivamente, un pasaje duro que necesita de un cierto esfuerzo. Pero en sí mismo, ese momento al que llamamos adolescencia no se liga por fuerza a la violencia. ¿Por qué habría de ligarse? La violencia es una posibilidad de la especie humana, en cualquier cultura, en cualquier posición social, en cualquier edad. No es, en absoluto, patrimonio de los jóvenes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la violencia es un creciente problema de salud pública a nivel planetario que asume formas de lo más variadas. De acuerdo a los datos de esa organización, cada año más de dos millones de personas mueren violentamente y muchas más quedan incapacitadas para el resto de sus vidas. La violencia interpersonal es la tercera causa de muerte entre las personas de 15 a 44 años, el suicidio es la cuarta, la guerra la sexta y los accidentes automovilísticos la novena. Por el número de víctimas y las secuelas que produce, la violencia ha adquirido un carácter endémico y además se ha convertido en un serio problema de salud en numerosos países, dice la OMS. Además de heridas y muerte, la violencia trae consigo un sinnúmero de problemas sanitarios conexos: profundos disturbios de la salud psicológica, enfermedades sexualmente transmisibles, embarazos no deseados, problemas de comportamiento como desórdenes del sueño o del apetito, presiones insoportables sobre los servicios de emergencias hospitalarias de los sistemas de salud. Ampliando la mira, podríamos decir que es un problema no sólo de salud: es multifacético (educativo-cultural, político, social). Produce disfunciones sociales, crea modelos de relacionamiento insostenibles, atrae otras desgracias humanas. La violencia produce más violencia, y ese círculo vicioso aleja de la convivencia armónica.
En ese marco se inscribe la violencia juvenil, fenómeno que se expande en todo el mundo con cifras alarmantes. El aumento de la drogadicción y de la delincuencia asociado a las pandillas juveniles son síntomas que muestran la magnitud y profundidad de un problema de adaptación e inserción de los jóvenes en el mundo de los adultos. Los indicadores de violencia juvenil, además, se van expandiendo peligrosamente también al mundo infantil, al punto de convertirse hoy en una de las principales causas de muerte de la población entre los 5 y 14 años de edad. A nadie sorprende ya que haya sicarios profesionales a una edad de 12 o 14 años.
La violencia no es nueva en la historia de los seres humanos, ni tampoco la dificultad de atravesar el período de la adolescencia. De todos modos, lo que resalta como altamente preocupante es la ecuación que se va estableciendo –cada vez con fuerza más creciente– entre juventud y violencia. Crece el desprecio por la vida, y las nuevas generaciones absorben cada vez más violencia. ¿Por qué? Y más aún: ¿qué hacer?
El problema es especialmente complejo, siendo imposible entenderlo –y menos aún aportarle alternativas de solución– a partir de un prejuicio criminalizador donde los jóvenes son los culpables. En todo caso debemos partir de la premisa que crece la violencia, y los jóvenes lo expresan de un modo más trágico, más explosivo que otros sectores. Las armas que utilizan o las drogas que consumen las producen adultos, no olvidarlo.
La sociedad capitalista moderna, hoy expandida globalmente, ha representado enormes avances en la historia humana. Los progresos técnicos de estos últimos siglos son fenomenales y contamos hoy con una potencialidad para resolver problemas que no se había dado en millones de años de evolución. También crece el avance social; hoy día existen legislaciones racionales que favorecen como nunca las relaciones humanas: ya no dependemos de los caprichos del emperador de turno, existen sistemas de previsión y seguros, hemos avanzado en el campo de los derechos humanos, se legisla cada vez más sobre la vida y la muerte. Pero el malestar y la violencia continúan.
Si bien existen cada vez más comodidades materiales, asistimos también a un creciente vacío de valores solidarios, de desprecio de la vida (si no, no serían causa de muerte tantos hechos violentos como se mencionaba más arriba, a lo que habría que sumar el crecimiento imparable del consumo de drogas y de armas). En las complejísimas sociedades urbanas de hoy, moldeadas cada vez más por los medios masivos de comunicación –que ya avanzaron en la escala y no son más el “cuarto poder”, constituyendo hoy el corazón de lo que se ha dado en llamar “guerra de cuarta generación”–, crecientes cantidades de jóvenes se enfrentan a un malestar difuso, ausencia de perspectivas, a un inmediatismo hedonista. Sin caer en visiones apocalípticas ni en moralismos ramplones, y sin generalizar, vemos que una parte significativa de la juventud –no toda, por supuesto, pero el fenómeno aumenta– se encuentra a gusto en formas violentas de relacionamiento.
Hay un estereotipo prejuicioso que liga jóvenes con infractores. Obviamente eso es prejuicio, puro y descarado prejuicio. Pero lo que efectivamente sí sucede es que cantidades cada vez más numerosas de adolescentes encuentran normal la violencia. En ese horizonte no es tan quimérico ver la delincuencia –y si se quiere: la integración de pandillas juveniles– como una consecuencia posible, como una tentación incluso, siempre a la mano.
Las pandillas son algo muy típico de la adolescencia: son los grupos de semejantes que le brindan identidad y autoafirmación a los seres humanos en un momento en que se están definiendo las identidades. Siempre han existido; son, en definitiva, un mecanismo necesario en la construcción psicológica de la adultez. Quizá el término hoy por hoy goza de mala fama; casi invariablemente se lo asocia a banda delictiva. De grupo juvenil a pandilla delincuencial hay una gran diferencia. Pero no hay ninguna duda –ahí están los datos hablando por sí solos– que las pandillas con conductas delincuenciales crecen. Es un fenómeno nuevo, de unas décadas para acá, que va de la mano de un aumento de ciertas formas de violencia que inundan el mundo.
El fenómeno se da más en los estratos sociales pobres, pero también puede verse en capas acomodadas. En su génesis se encuentra una sumatoria de elementos: necesidad de pertenencia a un grupo de sostén, dificultad/fracaso en su acceso a los códigos del mundo adulto; la pobreza sin dudas, sin que sea eso lo determinante. Pero en muy buena medida –quizá lo definitorio– se encuentra como causa la falta de proyecto vital; y por supuesto eso es más fácil encontrarlo en los sectores pobres, siempre expuestos a la sobrevivencia en las peores condiciones. Jóvenes que no encuentran su inserción en el mundo adulto, que no ven perspectivas, que se sienten sin posibilidades a largo plazo, pueden entrar muy fácilmente en la lógica de la violencia pandilleril. Una vez establecidos en ella, por distintos motivos, se va tornando cada vez más difícil salir. La sub-cultura atrae (cualquiera que sea, y con más razón aún durante la adolescencia cuando se está en la búsqueda de definir identidades).
Constituidas las pandillas juveniles –que son justamente eso: poderosas sub-culturas– es difícil trabajar en su modificación; la “mano dura” policial no sirve. Por eso, con una visión amplia de la problemática juvenil, o humana en su conjunto, es inconducente plantearse acciones represivas contra esos grupos. De lo que se trata, por el contrario, es ver cómo integrar cada vez más a los jóvenes en un mundo que no le facilita las cosas, que se les hace hostil, los rechaza. Es decir: crear un mundo para todos y todas.
La violencia es algo siempre posible en la dinámica humana; en los jóvenes –por su misma situación vital– ello se potencia. Las sociedades capitalistas modernas, las urbanas en especial, con su invitación/exigencia al consumo disparatado (¿para qué hay que consumir tanto?), son una bomba de tiempo respecto a la violencia si no democratizan las posibilidades reales para todos sus miembros. La violencia estructural del sistema genera violencia interhumana igualmente loca, sin sentido. Si, como dice Eduardo Galeano, “la televisión te hace agua la boca y la policía te corre a bastonazos”; es decir: si los modelos de desarrollo social crean esta locamente injusta realidad que es el mundo que vivimos, entonces uno de los síntomas posibles de esa exclusión de base es la violencia por la violencia misma tan fácilmente constatable en esos peculiares clubes que son las pandillas juveniles.
Un rubio “cabeza rapada” con su ropa negra, cadenas y estandartes nazis en Europa, o un tatuado consumiendo crack en cualquier ciudad estadounidense o latinoamericana –negro, rubio o latino, es lo mismo– hablan de la inviabilidad de los modelos de desarrollo que el capitalismo ha forjado. ¿Por qué hay que demostrar la valentía en peleas callejeras? ¿Por qué hay que consumir cada vez más drogas y más fuertes? ¿Por qué se llega a un tal alto desprecio por la vida? (“La naranja mecánica” de Kubrick hace más de 30 años adelantaba lo que hoy puede verse cada vez más comúnmente en Los Ángeles, San Salvador o Río de Janeiro).
Dato curioso: en las experiencias socialistas –quizá, hay que reconocerlo, muchas de ellas monstruos para olvidar y no repetir nunca jamás– no se da el fenómeno. ¿Son más felices ahí los jóvenes? No necesariamente; pero dentro de la humildad de medios hay más posibilidades. Lo que queda claro es que cuanta más exclusión se genera –violencia, sin dudas– más violentos son, para decirlo en términos psicoanalíticos, los síntomas del retorno de lo reprimido.


fuente http://www.argenpress.info/2012/11/los-jovenes-y-la-violencia.html

lunes, 19 de noviembre de 2012

Día Nacional para la Prevención del Abuso Infantil

 
 
                   Será el día 19 de noviembre de cada año.
La Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley por el cual se instituye la fecha
del 19 de noviembre como Día Nacional para la prevención del abuso contra los
niños.
La iniciativa, que fue aprobada por 144 votos a favor y ninguno en contra, establece
que las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a su integridad psíquica, física,
sexual y moral. En defensa de ese derecho, la persona que tome conocimiento de
 malos tratos, o de situaciones que atenten contra la integridad de un niño,
niña o adolescente,o cualquier otra violación a sus derechos, debe comunicar el
hecho a la autoridad local de aplicación de la ley.
La fecha del 19 de noviembre fue destinado por la Fundación de la Cumbre Mundial
de la Mujer (FCMM), para ser conmemorada justamente un día antes del
20 de noviembre (Día de los Derechos del Niño), con el fin de crear un punto
 de reunión, que ponga en evidencia el problema de los abusos en perjuicio
de la infancia.
 
 

 

viernes, 16 de noviembre de 2012

“Conocemos en la medida en que amamos.”

              San Agustín

Una casa símbolo de la violencia de género

A 20 años del cuádruple Homicidio,, hay mucho por seguir reflexionando acerca de un hecho extremo de violencia que ha sido un claro emblema social, por los efectos que ha tenido . Va mas allá de la violencia , sin duda a las mujeres sino de pensar tambien en la violencia y reivindicación masculina, siendo que la violencia era de años en ambas partes, sin por ello justificar los actos.

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-207960-2012-11-16.html