martes, 24 de julio de 2012

¿Alguien sobra en el mundo? Nuevas formas de marginalidad-Por Marcelo Colussi


Hace un tiempo me encontré con esta nota, que hoy comparto con ustedes para invitarlos o mejor dicho invitarnos a generar un espacio de reflexión en nuestra agitada cotidianeidad.

Lo extraño, lo que no encaja en la idea de “normalidad”, tiende a ser neutralizado. El mecanismo para ello es la segregación.
La miseria en que vive tanta gente es la expresión descarnada de la injustica en que está basada nuestra sociedad planetaria.        
En la modernidad occidental se perfeccionó el espacio de segregación, desarrollándose para ello los dispositivos “científicos” pertinentes: asilo y médico alienista. La “locura”, entonces, no es solo la enfermedad mental; es todo aquello que “sobra” en la lógica dominante. Marginal, por tanto, puede ser cualquier cosa.
En la cosmovisión occidental, la razón matemático-mercantil es lo que guía la marginación; las divergencias con ella son sancionadas como insensatas, pudiendo entrar en esa divergencia todo lo que se desee. Lo “marginal” asusta, y por tanto se excluye, sea un vagabundo, un delirante, un débil mental, un homosexual, un seropositivo, una prostituta, un delincuente.
El mundo actual hace de la marginalidad algo no circunstancial sino estructural. Asistimos a la marginación no solo del mendigo harapiento sino de poblaciones completas. Se habla de “áreas marginales”. Aunque no se diga, la lógica tras esto es que hay “gente que sobra”. Los pobres son cada vez más pobres, quedando confinados crecientemente a las “áreas marginales”. ¿Sobran entonces? Esos bolsones no son minorías discordantes sino que van pasando a ser lo dominante. El fenómeno no es circunstancial.
El Banco Mundial define pobreza como “inhabilidad para obtener un nivel mínimo de vida”. Probablemente es inhábil un impedido, pero no lo son poblaciones completas. La pobreza que agobia a sectores cada vez mayores en el mundo no es solo falta de habilidad para procurarse el sustento; eso habla de nuevos estilos de marginalidad, consecuencia de estructuras injustas. Habla de relaciones de poder que marginan, que violentan a otros semejantes.
Es ahí cuando se hace evidente que la miseria es una forma de violencia. En Guatemala se habla hoy de la ola de violencia que lo asola, con 15 muertes violentas diarias por la criminalidad. Pero no se habla de las 18 muertes diarias por la desnutrición crónica. ¿No es eso violencia acaso? La miseria es violencia, produciendo más daño que la peor delincuencia.
La forma que tomó el desarrollo del mundo actual es alarmante. Tenemos una revolución científico-técnica monumental, pero lo que debería ser el centro de todo: el ser humano concreto, queda de lado. Era de las comunicaciones satelitales, de la inteligencia artificial, pero mucha gente no tiene para comer. Se gastan 30.000 dólares por segundo en armas mientras muchos no alcanzan la dieta mínima para sobrevivir (18 muertos diarios ¡por hambre!). Algo anda mal si podemos aceptar naturalmente la existencia de áreas marginales. ¿O es que alguien sobra de verdad?
Desde hace algunos años, se estableció como parte del discurso “políticamente correcto” hablar de lucha contra la pobreza. La iniciativa es loable, diversos sectores coinciden en que la pobreza es algo contra lo que debe actuarse. Instancias como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional levantan su voz contra este flagelo basando sus iniciativas de asistencia a los países más necesitados en “estrategias de lucha contra la pobreza”. Pero las cosas no cambian: los pobres crecen en número y en distancia con quienes no lo son. ¿Por qué, más allá de una declaración bienintencionada, las cosas empeoran? ¿Por qué el discurso oficial se indigna tanto y actúa contra, por ejemplo, el siempre mal definido “terrorismo” –que produce infinitamente menos víctimas que el SIDA– y no repara en la miseria que se vive?
Según Naciones Unidas, hoy día 1,300 millones de personas subsisten con menos de un dólar diario; 1,000 millones son analfabetos; 1,200 millones viven sin agua potable. El hambre sigue siendo la principal causa de muerte. En la sociedad de la información 1,000 millones están sin acceso, no ya a internet, sino a energía eléctrica. Hay casi 200 millones de desempleados y ocho de cada diez trabajadores no gozan de protección adecuada y suficiente. Y según esos datos, el patrimonio de las 358 personas cuyas fortunas sobrepasan los 1.000 millones de dólares supera el ingreso anual combinado de países en los que vive 45% de la población mundial. La pobreza no tiene más explicación que la mala distribución de la riqueza.
La miseria en que vive tanta gente es la expresión descarnada de la injustica en que está basada nuestra sociedad planetaria. Luchar contra la pobreza y la miseria debe ser una acción dirigida a modificar esa injusticia. No es la miseria el objetivo final de esta lucha. La lucha ha sido y continúa siendo la lucha por la justicia.

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